La muerte de Peter Pan
Este es un fragmento de un texto hallado dentro de una botella en Puntarenas. Hemos transcrito cuánto es posible, pues el documento original se descubría sumamente deteriorado. Óbviese cualquier resto de patetismo y retórica. Baste añadir que el manuscrito no se encontraba fechado.
“(…) Todo comenzó cuando el polvo mágico de Campanita se pobló de moho.
Al principio atribuimos tal calamidad a la natural influencia del océano.
Tanto más cuánto pasaban los días, caímos en cuenta de que algo extraño sucedía con ella.
Tosía con frecuencia y una oscura sombra cubría sus mejillas.
Por las noches sobrevenían severos accesos febricitantes y Campanita, presa del delirio, soñaba con grillos y ciruelas.
Peter mandó montar guardia permanentemente junto al lecho de la pequeña hada.
Me correspondía menos, mucho menos, de lo que debía erogar.
Transcurrió una semana hasta que la madrugada de martes le hallamos muerta,
con sus párpados yertos
y con una sutil hemorragia de luz saliendo por su boca y su nariz.
Fue la primera vez que vi a Peter llorar.
La casa del árbol se abandonó a la suerte de la maleza y la corrosión.
Nuestros gorritos volaron quién sabe dónde.
Y Peter pareció haber enmudecido.
No nos importaban las maniobras de Garfio y Peter, quien fuera nuestro héroe,
prefería evitar encuentros (digamos) comprometedores.
El otrora Capitán Bacalao avanzaba cada vez más y se erguía como auténtico soberano del País de Nunca Jamás.
Empezamos a crecer.
El primer signo de tan postergada circunstancia fue ese despreciable vello que creció en mi mentón.
Supe luego que Peter, desde hacia semanas, se rasuraba.
Una tarde llegó en estado deplorable.
Había bebido copiosamente y hablaba de cosas incomprensibles: ciruelas, ciruelas y más ciruelas.
A la mañana siguiente le encontramos colgado de la rama más alta de nuestra casa.
Los pájaros hacen su nido en las órbitas vacías de sus ojos. La calavera está, paradójicamente, expuesta como una bandera.
Nosotros, los niños perdidos, hemos envejecido tanto que sólo nos resta aguardar la muerte, pues nunca podríamos salir de aquí. Nunca. Nunca Jamás.”
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