No se... (II parte, sin plata para la puntuación )
Una vez agotadas todas las expectativas del mediodía de tus ojos sentí como la necesidad de un mapa capaz de guiarme fuera del abismo aunque todo intento cartográfico sea una tenue y cuadriculada estafa y sentí como una necesidad de romper las gotas de ese tiempo que se derrama a centímetros una y otra vez sobre los sitios por donde caminaste y en los acentos prosódicos de esas palabras que me dijiste casi psicodélicamente a la par de mis servilleteros amarillos y en mis uñas sentí también el peso de tus párpados y tus pupilas fatigadas de tanta sombra y un nudo tan parecido a una palabra y las calles donde estás sin hacérmelo saber y las tardes cuando el sol persiste en derramarse con su postrero suspiro y desgajarse al principio de tus ojos en una mariposa llena de luz y en un durazno sentí como un majadero impulso adjetivizado en cierta sombra en una cara parecida a la tuya en un sinsabor sentí la desesperación del mundo el capitalismo el triunfo de un mercachifle parlanchín y las mañanas caídas a pedazos sobre la palma de mi mano tan falta de vos y todo eso ocurrió mientras el mediodía de tus ojos daba paso a una tarde con frío y entonces yo pensaba en la indecible sensación de alivio que en ciertas noches impares me produjo tu aliento frutoso como una cerveza belga y pensaba sin más en los arcoiris estropeados encima de los calcetines de un niño pobre y pensaba en esas muchachas lindas que de vez en vez se pintan la sonrisa como en un arranque de placer por eso me daba un poco miedo el recuerdo de cosas tontas porque súbitamente me veía lanzado con un barquero ciego al mar de las armadas invencibles donde tus labios constituyen el único escenario en el que siempre pierdo una batalla o una promesa y a lo mejor me daba por querer llamarte aunque el teléfono persista en marchitarse con la metafísica del silencio y con absurdos y con llamadas indeseables porque hoy la doctora me preguntó cuándo fue la última vez que usé un condón
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