viernes, diciembre 02, 2005

Tualé del perro, el burgués y un paraguas

En el cuadrante superior izquierdo de esta hoja, dentro de un recuadro de tamaño no mayor a una cuartilla, hay un perro. A simple vista se adivina su extraña naturaleza: parece ser un perro hecho de trapo. En el cuadrante superior derecho hay un burgués francés que usa levita oscura. Habla con una señorita flaca acerca de Balzac o de Dostoievsky. No sé: una trivial conversación del siglo XIX. En el espacio restante, es decir en los dos cuadrantes inferiores, hay un paraguas negro. Ostenta un ademán inexpresivo a la mejor guisa de un paraguas mojado y cerrado. No es posible determinar si, en efecto, se encuentra mojado o no, aunque en París siempre hay aguaceros. Si se observa celosamente podrá advertirse un fino hilo que va desde el cuello del perro hasta la mano altiva del burgués. Es una correa. El perro intenta escapar del despotismo ingrato de la hoja dando un salto. El francés conversa amenamente con la señorita. No se percata de tan inoportuno arrebato de rebeldía. Ella parece una ciruela o un durazno. Sus manos son largas y delgadas a fuerza de tocar sonatas de Listz. El paraguas permanece inmóvil como un farol. Se dijera que cuando el perro consuma su salto, por un extraño sortilegio, el burgués de levita y éste quedarán reducidos a una complicidad oscura: no sé cómo pero ambos se convierten paraguas.
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