martes, febrero 28, 2006

La Flauta Borracha

Se había entregado a la bohemia con un rigor decimonónico
y ya sólo cantaba en cabarets arrugados donde nunca amanece
con aquellos cadáveres inexplicablemente hermosos y parlanchines
con aquellas figuras de ébano ciprés y maderas finas de Ceilán
dominicanas colosales gigantescas montañas de carne a veces mal acomodada
respirando y fumando un mismo humo azul inhalado y vuelto a expirar
millones de veces
con aquellas bambalinas sucias recibiendo salmodias con bigote
y dando bienvenida al fantasma de Tencha
el invencible barrilete encumbrado en catres y potreros ventosos
así la flauta borracha acusaba su dulzura inoportuna
en aquel sitio donde las personas nunca escucharían Bach
ni conversarían sobre Hölderlin
porque había cosas más importantes que el contrapunto la poesía y la palabrería misma
y ciertamente la flauta importunaba a los presentes
recordándoles puñados de dulzura entre hipos mal disimulados
y zigzagueantes pasos de nube también borracha
recordaba que en las tumbas crecen amapolas rojas y briznas de hierba
y sobre todo en las tumbas desatendidas crecen flores por obra y gracia de la solidaridad misma de las flores
recordaba las múltiples agonías de aquellos cadáveres nacidos al revés
paridos como pájaros sin alas que acabaron siendo precisamente flores
de ciertos cementerios que ya nadie frecuenta
la flauta borracha les recordaba a los presentes
comensales de aquel ágape con leotardo
cuánto costaban los rizos del sol y los aretes que la faltan a la luna
completamente ebria la flauta cantaba y ya la dulzura era miel resinada
en razón del aire putrefacto
y ciertamente el sitio parecía un molar del mundo al cual le había crecido una carie
y ciertamente la flauta importunaba a la clientela
y ciertamente los cadáveres inexplicablemente hermosos y parlanchines le invitaban a callar con sus ojos endemoniados
y ciertamente nadie quiso perturbar el sueño de la flauta que yacía borracha en el atril cuando por fin amanecía
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