viernes, diciembre 09, 2005

Acerca de la extraña señorita pájaro

La señorita pájaro se desastilló en mil plumas y mil esquirlas. Se abandonó a la vejez y como un lápiz dejó una sombra tras sus pasos.
La señorita pájaro se sentó en su lápida de enmudecido moho.
Bajo su ala izquierda conservó aquella misma ventana sin cortinas donde antaño resonó la voz de Dios.
Bajo su pico satinado pretendió, en rigor, ser una fruta:
quiso ser ciruela y quiso ser durazno.
La señorita pájaro una vez vio volar cierta mosca, remedó su grácil evidencia y pensó que la inmediatez del cielo no bastaba para ser un ave.
Supo entonces que para blandir espejos se requieren dos inmensidades.
Supo entonces que es mejor bruñir atardeceres con la caoba de unos ojos.
La señorita pájaro temió siempre olvidar los colores, temió la decrepitud de las nubes y temió a los fantasmas.
Sentada en su lápida de enmudecido moho sembró un trozo de sol.
La señorita pájaro se desastilló en mil plumas y mil esquirlas.
Se abandonó a la vejez y dejo una sombra tras sus pasos, como un lápiz inscribiendo unas siglas o un poema.
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